UN DOMINGO CUALQUIERA







La promesa del miércoles (serrie tv La Promesa)


La cosas ocurren sin esperar. Antes de que sucedan son una realidad que no existe, ya que la realidad es un trozo de algo, como la vida,  que no es más que una colección de recortes de la infancia. Nunca hay una existencia completa, ni un día redondo, o una hora llena de felicidad, o un deseo muy anhelado que se cumple. Siempre nos toca esperar, que es un verbo muy raro porque exige pasarse la vida aguardando algo, quizás anhelando a alguien..., o sea que siempre estamos en un adviento continuado, envueltos con la casulla de color morado-púrpura, cuando, al final, lo que queda no es más que “la lista de espera”, tan de moda, que no brilla ni es morada, sino que es más negra que el tizne.

Desde muy temprano, bailamos al son de las noticias, manipuladas para desenfocar la realidad. De ahí que vivamos en la incertidumbre. Esto, por las mañanas; por las tardes, tenis, fútbol, y series, donde han metido a muchos actores y actrices, ya con una edad, para evitar que vayan al paro y que el tubo de las pastillas no comience a sonar como suena un sonajero.  Spielberg dijo que la pantalla era un pesebre para aburridos. Por eso por las tardes, por las televisiones, nos ponen la merienda en la parrilla para que la vayamos rumiando  tranquilamente. El ser humano es muy de series: radiofónicas, televisivas…, las propias del barrio, incluso hemos hecho series con las creencias. Luego las representamos en las procesiones. De nuevo la penitencia. Nos pasamos la vida de oca en oca, de penitencia en penitencia, cuando el único capaz de abrir las puertas, sobre todo las del corazón, es el  chocolate, muy dado al juego del escondite, mientras canta eso de " dónde están las llaves, matarile, rile, ron..., chimpón".  

Los viejos esquemas. La vida en rosa de famosos y reyes. Pero nosotros no somos famosos ni pertenecemos a la realeza, así que no estaría de más que fuéramos sacando del armario la sensatez para recuperar la dignidad que nos queda y que dejásemos en reposo el traje Príncipe de Gales para cuando llegue el momento oportuno. Tenemos que desahogar el corazón, aunque sea con chocolate,  antes de que explote y salte por los aires en busca de la luz…,  o de la vida, a la que estamos pisando como se pisa una servilleta de papel. La vida tiene que ser otra cosa distinta, algo que no nos tenga en un rincón a la sombra matando el tiempo. Ya nos lo decía Cernuda... “apresemos el tiempo, antes que el tiempo venga a dormir en nuestros brazos”.

Viejas frases para soñar, que es una manera de evitar que vivamos  asustados, hastiados de lo cotidiano, de esa sucesión automática de las horas en las que los minutos viven de alquiler y los segundos son unos okupas. Las horas se pasan la vida alquilándonos el tiempo, cuyo precio oscila según la época. Algunos meses suele estar de rebajas y otros se multiplican las esquelas. El tiempo tiene mucho de rutina y poco de nuestra vida interior. La vida interior exige silencio, tan necesario para recuperarnos y, de paso, recuperar ese mundo en el que siempre hemos creído, y hacerlo nuestro, abrazarlo como si no hubiera un mañana antes de que lo volvamos a perder. Todos los días los perdemos seis o siete veces, sin que nos demos cuenta: por una palabra, por una actitud…, o por el agujero de los calcetines.  Se nos está cayendo a cachos lo más preciado que tenemos. El mundo se nos está yendo entre despistes e indiferencias. Luego vienen las prisas. Y las súplicas, y entonar el mea culpa...   Dejamos muchas rendijas por donde el mundo anda entrando y saliendo sin que nos importe demasiado. Estamos en otras cosas, lejos de los propósitos y cerca de las excusas. Somos una excusa permanente y, sin embargo, nadie nos da la espalda como nosotros se la damos al mundo, que es el único que nos hace tener dos esperanzas cada noche.  




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3 Comentarios

  1. Me encanta cuando dices: la vida interior exige silencio...
    Sería un buen ejercicio para muchos y muy necesario
    Buenísimo!!!!

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