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El conformista (1970) |
EL CONFORMISTA dirigida
por Bernardo Bertolucci, quien en una entrevista afirmó: -“Con El conformista el cine se hizo adulto y yo me
hice adulto en el cine filmando El conformista”.
Uno de los recursos que
empleó el ingenioso pintor surrealista René Magritte en su obra fueron los
rostros ocultos. En su pintura, los retratados pueden aparecer con un objeto o
un ser cubriéndoles su semblante, o pueden ser representados de espaldas,
dotándolos así de cierto halo de misterio, algo que hace que nos preguntemos quién
es esa persona en realidad y qué esconde. Cuestiones que el espectador
puede reconocer en el protagonista de El conformista (Il
conformista, Bernardo Bertolucci, 1970). Aquí, el personaje principal,
Marcello Clerici (Jean-Louis Trintignant), se nos muestra en innumerables
ocasiones de frente y con el rostro descubierto. Sin embargo, se trata de una
persona que, igualmente, se esconde y oculta algo; se esconde de sí mismo, de
su propia naturaleza, que rechaza, y oculta a los demás secretos de su
traumático pasado. Marcello es un personaje en conflicto, lleno de dualidades,
que se debate entre las luces y las sombras, y que se encuentra en medio de
varios frentes, entre el ser y el debería ser, entre la realidad y la ilusión.
La sinopsis podríamos
explicarla de la siguiente manera: cuando Marcello Clerici
tenía trece años, le disparó a Lino, un adulto homosexual que intentó
seducirlo. Años más tarde, Clerici es un ciudadano respetable, profesor de
filosofía y va a casarse con Giulia. Pero ideológicamente Clerici es fascista,
tiene contactos con el servicio secreto y se muestra dispuesto a combinar su
luna de miel en París con un atentado contra un exiliado político italiano que
había sido profesor suyo.
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Stefania Sandrelli y Jean-Louis Trintignant |
Vemos a Marcello Clerici que está cenando en la casa de
Giulia, su novia. Pero en la velada hay tensión. La madre de la joven recibe un
mensaje anónimo que la preocupa: le dicen que no permita que su hija se case
con él, que el padre de Clerici sufre una complicación neuropsiquiátrica de
origen sifilítico y que es posible que el hijo la haya adquirido de manera
congénita. El hombre calma a ambas mujeres, les asegura que la enfermedad de su
padre tiene otro origen, y para que estén aún más tranquilas afirma que se
someterá a exámenes. La madre de Giulia respira aliviada y le cuenta a manera
de confidencia ingenua que en la infancia su hija sufrió paperas, escarlatina…
“enfermedades profundamente morales”, como anota él, para dar por terminada la
perorata de su futura suegra.
Puede que este filósofo
de 34 años no tenga una sífilis, pero tiene una enfermedad que lo corroe a él y
a una parte de la sociedad italiana de esos tiempos fascistas en los que se
sitúa este filme. Una enfermedad del espíritu que lo hace obediente con el
poder, para así salvar su pellejo a cualquier precio. Una enfermedad que
convirtió a muchos italianos en ciegos, sordos, mudos y sobre todo en
indiferentes. Una dolencia que Bertolucci describe magistralmente –y no exento
de dolor- en El conformista (1970), según la novela homónima de Alberto
Moravia, publicada en 1951 y que el director italiano transforma en una obra de
grandes pretensiones estéticas y narrativas.
Para contarnos sus
avatares, Bertolucci recurre a una estructura narrativa de continuos e
inesperados flashbacks que se desprenden a lo largo de una larga ruta
terrestre que Clerici hace una mañana de invierno en coche. Su desplazamiento
lineal lo lleva, sin embargo, hacia atrás en el tiempo, cuando mueve sus
contactos para ser aceptado en el Partido y también cuando, ultimando los
detalles de su boda con Giulia, se confiesa con un sacerdote y le describe lo
que le pasó con Lino, un chófer pedófilo que quiso seducirlo.
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Dominique Sanda y Stefania Sandrelli |
La aparición de Anna
(interpretada por Dominique Sanda) rompe el esquema mental que nos habíamos
trazado. Sin embargo no deben esperarse milagros. En un momento dado del filme
Clerici y Quadri hablan del mito de la caverna de Platón y entendemos que los
personajes de este filme son como los prisioneros de esa caverna, gente que
sólo ve sombras y reflejos y no la realidad. Una secuencia que constituye una alegoría perfecta de lo que
sucedía en la Italia fascista, de la ignorancia y del oscurantismo en el que
vivieron sus habitantes: la explicación del mito de la caverna de Platón.
Marcello, una vez que llega a París, a donde se traslada con el pretexto de
luna de miel, visita deliberadamente a su antiguo preceptor, el profesor Luca
Quadri (Enzo Tarascio) y le recuerda una lección que le impartió un 28 de
noviembre nada casual —fecha de nacimiento de Alberto Moravia—, durante sus
años de estudiante. De esta manera, el protagonista describe el mito
platónico: Imagínense un gran calabozo, en forma de cueva. Dentro, unos
hombres viven allí desde su infancia, encadenados, condenados a ver solo el
lado oscuro de la cueva. Tras ellos, a lo lejos, parpadean las llamas de una
hoguera. Entre el fuego y los prisioneros, hay un muro no muy alto, semejante
al pequeño escenario en el que un artista mueve a sus marionetas. Fue el 28 de
noviembre... Ahora imaginen a otros hombres desfilando por detrás de ese muro,
transportando estatuas de madera y de piedra. Las estatuas son más altas que el
muro... Los prisioneros solo ven las sombras que el fuego refleja en las
paredes de la cueva que les está permitido ver....
La descripción de todos
estos hechos, brillantemente ejecutada por un Bertolucci que aún no
cumplía treinta años de edad, dio lugar a un filme asombroso no sólo por su
sofisticada estructura narrativa, sino además por su belleza y riesgo
estéticos, obra del dotado Vittorio Storaro y de la labor de paciente artesano
del director de arte Ferdinando Scarfiotti, que juntos logran un largometraje
que es cúmulo de sorpresas visuales, donde la cámara –convertida en uno más de
los personajes- se toma unas libertades que parecen a veces desafiar los
límites espaciales y físicos, mientras llena los espacios de luz, sombra y
colores, en un juego que se complace en su propia belleza de ángulos
expresionistas, largas sombras y atrevidas composiciones. Una intensa y
simbólica descarga cromática de azules, rojos, verdes y amarillos en medio de
impresionantes locaciones romanas de corte fascista que contrastan con las
ambientaciones parisinas de gran lujo. Un disfrute formal.
El conformista continúa
maravillando. Es la constatación de que Bertoluccci tenía unas grandes
capacidades como artista .
Como anécdota, anotar: En el capítulo 10 de la personal serie The story of film. Una odisea, que realiza el crítico irlandés Mark Cousins, el propio Bertolucci cuenta una anécdota respecto El conformista. Cuenta que Jean Luc Godard se citó con él en una cafetería. Que cuando llegó, le estaba esperando, y que el director francés estaba con unas gafas de sol oscuras. No le dijo nada sino que le pasó una nota y se marchó. Ahí estaban sus comentarios sobre la película de "El conformista": “Uno tiene que luchar contra el imperialismo y el capitalismo”. Toda esta frase estaba escrita sobre un retrato del presidente Mao. Bertolucci se enfadó muchísimo y rompió en mil pedazos la nota. Pensemos que Godard, además de Henri Langlois, Director de la Filmoteca Francesa, habían sido sus maestros, pero sobre todo Jean-Luc, que había sido su auténtico gurú, porque Bertolucci pensaba que había un cine antes de Godard y otro cine después de él. Su opinión sobre la película significaba mucho para él. Según se cuenta, con "El conformista", Bertolucci creyó que había llegado el momento de cortar el cordón umbilical que le unía al maestro. La táctica que utilizó, simbólicamente hablando, claro está, fue la siguiente: el protagonista de la película, Marcelo Crieri (Jean-Luc Trintignant) está de luna de miel en París. Tiene contactos con agentes secretos que le proponen asesinar a un intelectual, el profesor Quadri, exiliado en París. Se cita con el profesor bajo el pretexto de que fue alumno suyo. El teléfono del profesor Quadri (el hombre que iba a ser asesinado) al que llama Marcelo es el número de teléfono real de la casa de Gordard.
1 Comentarios
¡Buenísima crítica … dan ganas de verla!
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