Un verano, el 10 de agosto, día de San Lorenzo, en Acuelina, una ciudad invisible, conocí a una chica que estudiaba Medicina. Pasamos la tarde paseando por las orillas del río Júcar, entre cañas, y juncos…, entre choperas y el sonido del discurrir del agua camino del mar.
El entorno era una irrealidad llena de encanto y un lugar idóneo para burlarse de las pasiones. Había momentos en los que caminábamos en silencio, dejándole hablar al río y a la tierra.
Por la noche, después de cenar en un merendero, fuimos a la verbena. Bailé con ella toda la noche. Al amanecer, con los primeros rayos del sol, sentados junto a la ribera, supimos que nos habíamos enamorado por horas.
─Yo soy material exclusivo, me dijo.
─Ya lo veo, le respondí.
─Y nadie puede comprarme, sentenció.
Cuanto más la miraba, más se le parecía a la mismísima Jessica Rabbit: su voz, las piernas, el torso, los glúteos, los ojos, los senos, el cabello… y su cintura, que, según me contó, la intentaron imitar en múltiples de ocasiones, sin llegar a conseguirlo. Era muy hermosa y sensual. La pude conquistar porque, según ella, fui el único chico que le hizo reír.
Sé que la dibujaron en infinidad de ocasiones. Y que cientos de ojos la desnudaban a diario, imitando a cualquier voyeur, uno de esos carniceros que representa la apología de todo mirón, con la mirada sucia. Y también sé que levantaba pasiones. Bajo cualquier farola que pasábamos, me miraba, sonreía, y se ponía a cantar. Mientras cantaba, su vestido brillaba como un cielo plagado de estrellas. Al terminar la canción, me lanzó un beso al aire.
La novia de aquella noche de San Lorenzo (frase que se asemeja al título de una película de los hermanos Taviani), era alta como los chopos que crecían en las orillas del río. Si bien un árbol no es la definición del erotismo, y ella sí que lo era. Tenía un cuerpo preciso para mi mano.
─Estoy hecha de acero y magia. Y no soy mala: me dibujaron así.
─Eres encantadora.
Al día siguiente intenté buscarla, sin lograr dar con ella. Una vez creí verla pasar a unos metros de distancia paseando por la Plaza Zocodover de Toledo. Aceleré el paso y, al adelantarla, aunque la chica también era guapísima, no tenía nada que ver con la de aquella noche.Me había confundido. No era tan exhuberante ni tenía su estética retro. Así que, con el tiempo, aquella chica de piernas largas, sensual, que me enseñó lo que era un momento tórrido, comenzó a diluirse a medida que iba amaneciendo... Ahora es la protagonista de un video juego. Ella fue una ilusión: otra.
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