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Gotas de lluvia |
De
buena mañana, ha comenzado el concierto que traía la lluvia (moderato cantábile). En estos tiempos, se ha
puesto de moda eso de "ir a andar para no ir a ningún sitio". Sin embargo, no nos da por poner a andar a
la mente, que seguramente necesite que le vayamos dando algún paseo que otro por esos mundos de Dios, aunque sabemos que las grandes sendas son tangentes a los límites del homo sapiens, cuyo perímetro se parece bastante al circuito de MotoGP, de Jerez de la Frontera, dedicado a don Ángel Nieto.
Las
gotas resbalan por los cristales y entran en la intimidad, que es el territorio
de los sentimientos, el desnudo en las formas, por donde las manos discurren
para tocar el oro de los cuerpos, la piel encendida, a veces falsa, más falsa
que un bolso del top manta, mientras vamos ascendiendo hasta el pecho para escuchar al corazón, que ejecuta un solo a
piacere. El corazón improvisa y nosotros, rendidos, nos quedamos mirando a
la ventana, absortos, viendo cómo resbala la lluvia por los cristales..., tan cerca, que, sin darnos cuenta, con el aliento que sale de nuestro lado salvaje, se va formando una capa de vaho que es todo un hallazgo y una forma presentar el lado sensual de nosotros, como sucede en Bilitis (1977), un filme dirigido por David Hamilton, que es más un álbum de fotos que una película.
Sigue
lloviendo. El concierto terminó hace un rato.
Ahora las gotas de lluvia están ensayando Edmond, sobre un texto de Goethe que
habla del sufrimiento de un pueblo. A la
lluvia le gusta el repertorio sinfónico de los autores. Y la capacidad de modular
la melodía para acoplarla a un tiempo. La capacidad de cambio nos ayuda a dar
con lo desconocido de nosotros mismos. Es vestirse para después desnudarse, y
hacerlo por partes, por trozos, en una exhibición lenta para que vayamos asimilando
la belleza que nos trae el día, en la intimidad.
La tinta también se moja con el latido humano, que nos obliga a hacer una escalera de color: escalera de corazones. La tinta escribe un solo como la flauta trina al ver la última carta. Y las nubes se remangan las faldas y los pájaros revolotean en los árboles. Son piropos que echa la mañana. Y entonces al latido se le cae un secreto y lo esconde debajo de la almohada. O debajo de la ciudad, porque el secreto de un latido no cabe en ningún sitio si no es juntándolo con otro latido. La vida es un bis que nos habla de la estima, de buscar una forma de decírselo al otro zapato con el que deseamos caminar al fin del mundo o a ninguna parte, que es lo mismo que ponerse a caminar en un ladrillo de la casa, donde los zapatos zapatean, y los secretos bailan, y las nubes se levantan, y el chaparrón que cae..., y el verso endecasílabo que se eriza y se pone rojo pasión, apasionado, y con el acento en la décima sílaba dice “sí” y..., al final se endiabla en la última..., y no dice ni "sí" ni "no", sino todo lo contrario.
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Cuarta pared. Palais Garnier |
El agua
anuncia un poema y la mañana entra en trance. Todo se parece a una película o a
una novela de premio, con el separador de las páginas oliendo a romanticismo,
como huele esta mañana, que también huele a las rebajas de otoño, al eslogan de “pague
dos y llévese tres”, porque el público tiene tendencia a meterse en los
chiqueros, no por la música, sino porque le gusta que lo engañen, y poder asistir al espectáculo que organizan los del “atraco”..., como también le gusta el show que monta la
lluvia, o la forma que tiene en liarla el latido, que no se lo piensa dos veces y
tira por lo derecho, porque lo de amar es tan fuerte o tan sutil, que..., no es solo un estado... o aquello otro que suele decirse, eso de que lo del amor es una cosa de un chico embobado y una chica en la
inopia..., y no es así, ya que la inopia es un estado maravilloso donde dos jóvenes..., o dos viejos, pueden perderse. Y ya digo, cuando el latido tira por lo derecho y se va de viaje a la Inopia, así en mayúsculas, pues que no hay quien lo pare..., mire usté, ni para qué... Es más..., para que nos hagamos una idea de lo que da de sí un viaje... o un latido..., sólo debemos saber que la obra en cuestión se está representando en estos momentos en el teatro, que es una cosa muy de señoras. Y qué más decir...? Que hoy, por ejemplo, no hay entradas. Lleno hasta la bandera... Y que, en cuanto comience a
bajar el telón, el aplauso será cerrado y unánime, pues, en ese tris, los amantes se fundirán en un abrazo "de aquí te espero", acompañado
de un beso prolongado, ya sin prisas..., dado que fuera..., pensándolo bien, sigue lloviendo.
1 Comentarios
Me has dejado sin palabras…
ResponderEliminar¡Una obra de arte que voy a enmarcar!