El futuro debe escribirlo
la razón, que no cesará de buscar victorias, aunque sean simbólicas.
El río comienza a tararear su melodía en el Vallecillo en un magnífico paraje
llamado Los Ojos del Cabriel. Luego se baila un pasodoble en Las Chorreras,
allá por Enguídanos y, más adelante, pasa de puntillas por debajo de unos
estratos que forman unos afilados cuchillos. Al compás de los días, cuando va
enfilando la zona de Las Hoces, ahí nos ofrece todo un concierto, moderato
cantabile, hasta que, rendido, en tierras valencianas, se queda desplegado como
una alfombra mágica sobre la que desfilan multitud de animalillos y de
ilusiones.
El río que nos acompaña, que nos lleva, o el río de la vida, a cuyas aguas
bravas intentan domar unas cuantas empresas de multiaventura, entre el rafting
y el dinero, los intereses y la locura, sin mirar más allá, ni el daño
medioambiental que hacen, o si mañana, el río que nos acompaña desde nuestra
infancia y que lleva nuestras esperanzas camino del mar, deja de ser uno de los
ríos más limpios de Europa y Reserva de la Biosfera.
Al dinero le da igual el río o el sonido maravilloso de sus aguas, la fauna que
habita entre las orillas o los árboles que vigilan desde lo alto ese magnífico
peregrinar hasta que atisba la localidad de Cofrentes, donde hace yunta con el
Júcar y, como dos amigos inseparables, caminan de la mano hasta zambullirse en
ese grandioso y espléndido Mediterráneo, que cantó Serrat.
Quiero seguir asombrándome al ver cómo un río navega en mis ojos y recorrer los
pueblos y las aldeas que se recuestan en su ribera, bebiendo de sus aguas como
si fuese sangre que emana de su corazón. Quiero recorrer sus caminos como lo
hicieron los pastores, antes de ser agricultores, y escuchar, a lo lejos, el
silbido del cuchillero y el afilador, el hombre primitivo que supo qué hacer
con el metal. Quiero seguir viendo discurrir el río y el tiempo, porque este
río, como tantos otros, en la noche, dibuja almas que se llenan en seguida de
sentimientos. Un río es un patrimonio emocional y también un remanso
espiritual, donde el corazón descansa de manera definitiva, como le gustaba
decir a Lorca.
Hay momentos en los que debe hablar la tierra, que siempre se expresa con
elocuencia. Como dijo Emily Dickison “ignoramos nuestra verdadera altura hasta
que nos ponemos de pie”. Pensemos que un deseo es la semilla del mañana y un
soñador nunca se rinde.
El sonido del agua que fluye está lleno de paz. Y esto es así porque el agua
también piensa. Y un río de verdad, está lleno de sueños, mientras no sea
invadido por los “dinosaurios de la aventura” en una sociedad que no sabe qué
hacer con el tiempo.
2 Comentarios
¡Impresionante !
ResponderEliminarUn río de verdad, lleno de sueños. El Cabriel, de carlistas y de maquis libertarios, el río más bravío de Europa, atrae a soñadores como él.
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