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| El poder de una mirada |
La mirada es ese silencio
que hay entre dos personas, un silencio que te llama y te invita a que te acerques, que te
acerques al mundo, donde puedes conocer otra piel que tiene frío y cogerte a su
mano templada, suave, que te acariciará siempre, en cada momento, la misma que,
en cuanto sienta los latidos, se unirá a tu pulso, trenzando unos dedos con
otros.
La mirada que se mete en
el cuerpo y hace que salga el deseo, una vez que los ojos se han posado en el
corazón. Y entonces las palabras salen solas, se caen de los labios para
acompañar la aventura del sexo.
Una mirada siempre busca
estar a solas contigo.
Capítulos de la vida,
para recordar. Una mujer leyendo, mientras yo anoto unas cuantas cosas en la
libreta. El tiempo que se detiene en la mano derecha de Ana, cuando pasa la
hoja de un libro. Miro su mano. La miro a ella. Es martes y toca limpieza en la
rutina de las casas. Se oye la escoba al chocar contra el recogedor. No tenemos
aspiradora. Luego vienen los cristales. En tanto, yo voy metiendo todos los
zapatos en el armario. La oigo toser. Y después cantar. Abro las ventanas que
dan a la calle. También las que dan al patio común. La ciudad todavía descansa.
Penetrar en la ducha es penetrar en la intimidad. ”Hazte para allá”, dice Ana. “No, hazte tú”, le digo. La intimidad es un juego, un juego en el hogar, que siempre decoramos con papeles, cuadros, lámparas…, y con algo de amor, si queda. De vez en cuando, le damos unos cuantos retoques a “ese interior” para ir refrescando la intimidad y así poder seguir con lo nuestro, con la vida, que siempre lleva su curso, como es de esperar.
Biografías perdidas o la biografía de una vida, que construyo para poder avanzar en lo cotidiano, aprendiendo a estar solo, mientras recuerdo su imagen exquisita, realísima, rotunda…, que me ayuda a salir a las afueras y cantar una balada con la naturaleza, que siempre está afinada como una buena armónica, porque la naturaleza no está pendiente de los negocios, sino de la belleza, y sé que no me va a engañar. Negociamos sin intermediarios a sabiendas que todo se va a quedar aquí: la casa, la tierra, los chismes…, las montañas y los siglos. Y las conversaciones..., y el reloj, que ha sido el encargado de hacerle burla a la luna durante todos estos años. El reloj como el guardián del tiempo. Tan solitario como yo. Por eso estamos juntos.
Es martes.
Reconozco que me quedé atrapado en la última mujer que amé. Sigo creyendo en
las palabras, incluso en las que no se dicen. Conmigo llevo todos los paisajes,
todos los escenarios que viví, aunque muchos ya no existen. El sótano de aquel
hotel, ahora es un aparcamiento. Y donde estaba el butacón, hay una estantería
de oferta. Pero sé que nunca más volveré a estar solo. Y lo sé en cuanto miro
el rojo intenso que viene del centro de la tierra. Esa fuerza me acompaña
siempre adonde voy. No todo lo que vuela es un pájaro. Hay veces que lo que uno
piensa comienza a coger altura y…, se despiertan los siglos, los sueños
adolescentes, algún que otro mito perdido en la memoria, y el amor, que siempre
nos está esperando como un cisne perfumado, como aquella muchacha del instituto,
atractiva, inmensa, que ahora asiste a la última verdad, al recuerdo fugaz, sin
más ramas desde donde echar a volar y se pasa las tardes bajo un cielo
otoñal en el que no hay promesas, tampoco una de esas pasiones que duran
toda la vida. Miro la claridad del tiempo que me ayudó a entender y…, a
olvidar, si quería seguir mirando y posarme sobre los días, o sobre otra ilusión. Las ilusiones ponen a bailar al individuo.


6 Comentarios
Celin, me encanta lo que nos cuentas, soy el otro de Bercebú
ResponderEliminarMuy bien
ResponderEliminarQué bonito escribes
ResponderEliminar¡Me encanta!
Muy bien
ResponderEliminarCelin en este artículo de "la mirada" te sales. Incluso me hubiese gustado que fuese un poco más largo......... aún así especial.
ResponderEliminar“Los ojos se posan en el corazón”…
ResponderEliminar¡Me encanta esa frase y el artículo es impresionante!