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Capilla Sixtina |
Vuelven
las señales de humo, las llamas del perdón, el lenguaje de los sioux y navajos,
el morse de las alturas o el hilo dramático de una historia interminable desde
que empezara allá por el año 323 con el emperador Constantino. Vuelve la fumata,
negra o blanca, y las túnicas de seda color púrpura y escarlata, que ahora han
pasado a ser rojas rojísimas, más el zuchetto, ese casquete que parece un
coco tirado desde una palmera y partido por la mitad.
¿Y
cómo estaba la plaza…? La plaza estaba ¡abarrotá!, que diría el Dúo Sacapuntas. Miles de personas
grabando con sus móviles el momento, inmortalizando la salida de una bocanada
de humo negro evitando ver el color de su propia realidad, la pigmentación
que tiene su vida, quizás más negra que el humo, por dejarse llevar por las
apariencias, por las mentiras dogmatizadas, por la triquiñuela, por el timo más
flagrante de la historia, la farsa intocable, irrebatible…, inviolable, inmune…,
y llena de privilegios, con una puesta en escena que no tienen ni las grandes
producciones de Hollywood, en un relato que habla del
poder, de la vanidad, de la soberbia…, de un fresco tan antiguo como la debilidad
humana.
Miles
de personas poseídas por un sentimiento bajo un claro de luna o bajo la lluvia.
Un sentimiento inmortal, eterno, entregado en cuerpo y alma a la fe, a la
promesa imperecedera de la gloria, por los siglos de los siglos, amén. Una
emoción abalada por razones profundas y misteriosas, según los entrevistados, los
de la primera línea de la valla, los fans de los dioses y de los cielos, el
gentío, llegado de todas partes, mientras los leñadores de las alturas van
haciendo astillas la vida eterna, a los que les dan cobertura las televisiones
y periódicos de los países democráticos sin preguntarse por qué ese trato vip, ¿por
qué esa excelencia con la casa de Dios y con los bancos, y no con los pobres de
solemnidad? Qué extraño es todo esto en pleno siglo XXI… Igual porque en el
cielo se fuma mucho y, entre colilla y colilla, da para un programa de máxima
audiencia. Y además sale barato…, aunque luego habrá que abrir las ventanas
para que se vaya la topera…
Vuelve
la imagen de la nave central, del óleo piadoso y de la Capilla Sixtina, del
emporio que han conseguido con las creencias, un trozo de cielo y otro de
tierra; con la bendición Urbi et orbi y las miserias; con el rosario a
medianoche y las Gloriosas Cruzadas, entre la fe y la guerra, entre las necesidades
espirituales y la contradicción. Una historia de ambición y ambigüedades, de oportunismo, que nos ha traído hasta esta fotonovela televisada. Unos curioseando,
otros en la inopia y el resto cogidos del brazo y rezando. Ángeles bellos
desterrados y brujas quemadas. Reflejos del ayer en un ojo morado. Súbditos y
trono para que el emplasto funcione, aunque lo que pida la gente sea un buen
cura, simpático y natural. Imposible. Está en juego la institución, el latín,
la herencia de siglos, los escoltas suizos, los emperadores cardenalicios
vestidos de gasas y de seda, lo cual no deja de ser un abuso contra el silencio natural
de la creación, que es una cosa que no interesa, alegando que es de herejes.
2 Comentarios
De lo poco lúcido y lucido que he leído sobre este aparatoso evento. Grande Celín: "Reflejos del ayer en un ojo morado". Genial!
ResponderEliminarCuánta razón tienes y qué bien contado
ResponderEliminar¡Buenísimo!